miércoles, 21 de marzo de 2012

Podemos ser amigos aunque seamos diferentes

El hada Celeste era el hada de los cuentos. Cerca de su palacio vivía el brujo Malacabrú, que odiaba la fantasía. Como ella no quería que los niños se quedaran sin la magia de estas historias, pensó que tenía que hacer algo para evitar que desapareciera. El hada pensaba que mientras hubiera personas que quisieran escuchar esos cuentos, la fantasía seguiría existiendo, así que cada vez que podía, contaba uno.
Un día ella iba caminando y se encontró con una niña que estaba llorando:

- ¿Por qué lloras? Le preguntó.
- Lloro porque los niños no querrán jugar conmigo.
- ¿Por qué dices eso? Le preguntó el Hada.
- Hace poco tiempo que he llegado a este país, no entiendo lo que dicen, ni me entienden a mí, soy diferente.
- ¿Y crees que eso importará a los demás niños? Ven siéntate, voy a contarte un cuento.

Y el hada empezó a contar el cuento de Zoraida…

 

Zoraida era una niña árabe, que hacía poco tiempo que había llegado a un pueblecito a vivir, un día estaba en el parque, sola, estaba muy triste, lloraba y decía:
- ¿Por qué mi piel tiene que ser de otro color? ¿Y las costumbres de mi país tan distintas a las de este lugar? Conmigo no querrán estar y tener amigos muy difícil será...

María era una niña mejicana y hacía un tiempo que vivía en ese pueblecito. Se acercó a Zoraida y le dijo:
- No llores. Mira, yo vengo de Méjico, al principio a nadie conocía y mis costumbres nadie las entendía, pero ahora me alegro de estar aquí, tengo muchos amigos y soy feliz.

Zoraida miró a María, pero no le hizo ningún caso. Siguió llorando y diciendo:
- ¿Por qué mi piel tiene que ser de otro color y las costumbres de mi país tan distintas a las de este lugar? 

Conmigo no querrán estar y tener amigos muy difícil será. Yu-Lan era una niña china y hacía un tiempo que vivía en ese lugar; se acercó a Zoraida y dijo:
- No llores, mira yo vengo de China, al principio a nadie conocía y a nadie entendía, pero ahora estoy muy contenta de estar aquí tengo muchos amigos y soy feliz.

Zoraida miró a Yu-Lan, pero no le hizo ningún caso y siguió llorando y diciendo:
- ¿Por qué mi piel tiene que ser de otro color y las costumbres de mi país tan distintas a las de este lugar? Conmigo no querrán estar y tener amigos muy difícil será.

Javier era un niño que vivía en ese pueblecito desde que nació, se acercó a Zoraida y le dijo:
- No estés triste, vente con nosotros a jugar, si sigues aquí sola, lo pasarás mal.
Ella le miró pero no le hizo caso. La mamá de Zoraida lo había visto todo y le dijo a su hija:
- Hija mía, no debes de llorar, piensas que estas sola, que no tienes amigos pero eso no es verdad, he visto cómo tres niños te han ofrecido su AMISTAD y a ti te ha dado igual.

Zoraida miró a su mamá y comprendió que tenía razón, por eso a los tres niños se acercó, y les pidió perdón.

- Perdonadme, me he portado muy mal. Me habéis ofrecido vuestra amistad y no lo he querido ver. Seré muy feliz si vuestra amiga puedo ser.
Los tres niños abrazaron a Zoraida y fueron amigos, y ella en aquel pueblecito vivió feliz hasta que un día pudo regresar a su país.

Cuando el hada terminó de contar el cuento, la niña había dejado de llorar y le dijo:
- Me ha gustado mucho tu cuento, gracias por contármelo. Me iré a jugar con los niños, seguro que no les importa de dónde vengo.




Ahora te toca a ti…
¿Qué es lo que más te ha gustado del cuento? ¿Por qué?

¿Qué te parece lo que le dijeron los niños a Zoraida?




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